¡No soy una Guerrera!: La otra cara de la "lucha" contra el cáncer de mama
Hablando de netas, sobre mis tetas…
Por: Lizbeth Escárcega
“¡Eres una GUERRERA, una gran
luchadora!”,” ¡Hay que luchar CONTRA el cáncer! ¡Esto no va a poder contigo!”,
“El tumor es MALIGNO”, “Hay que ATACAR la enfermedad”.
Tal vez sea una cuestión de
semántica; pero al hablar sobre el cáncer de mama, y sobre todo, al ser
diagnosticada con él y oír esas frases, ya sea desde mi círculo cercano o
desde los convencionalismos sociales, inevitablemente
me congelo…dejo de escuchar y me concentro en un eco personal que repite
insistentemente: “guerra”, “lucha”, “pelea”.
La palabra Guerra tiene
procedencia germánica, de “werra”,
que significa pelea, discordia, tumulto. Y su término se refiere a la lucha o conflicto armado entre dos o más
naciones o entre bandos de una misma nación; así como también el combate,
disidencia entre dos o más personas. La
guerra ha sido un habitual
medio de resolución de problemas entre grupos a lo largo de nuestros siglos. Una guerra comienza cuando se
abandona el diálogo y aparece la violencia; todo con la finalidad de someter al prójimo, al que se transforma en
“enemigo” a nuestra voluntad.
Pareciera que, la forma común de
hacer frente al cáncer, es el combate, la violencia…la guerra. Guerra
entre la salud vs la enfermedad, los tratamientos tradicionales vs
alternativos, lo femenino vs lo masculino, el instinto vs la razón, la mente vs
el cuerpo, los medicamentos vs las células enfermas; incluso se conceptualiza al sistema
inmunológico como “soldados asesinos” que aniquilan a las células cancerígenas. El cáncer, se convierte así en un proceso de
sometimiento, donde forzosamente hay que considerarlo “el enemigo”. Sin
embargo, hay un pequeño detalle, la
batalla se libra dentro de mí y la
guerra, es contra mi propio cuerpo.
¿Y si yo no quiero dar la cara al cáncer de la manera común?
¿Si eligiera no pagar el precio de los daños colaterales de una guerra?
¿Y si no quiero luchar contra mí misma?
Si nos resulta tan fácil entender
que la guerra no es la solución y que la violencia genera más violencia ¿por qué no pensar lo mismo con el cáncer y
los cuerpos de quienes lo padecemos? Nos lanzan bombas químicas que
afectarán por años a las células sobrevivientes, nos estigmatizan pidiéndonos
que luchemos y nos convirtamos en guerreras invencibles por el temor de
sucumbir ante la “conquista del cáncer enemigo” pero ¿cuándo inició –y terminó- el diálogo con mi cuerpo antes del
enfrentamiento? ¿Por qué pasar directamente a la violencia?
Vivir una guerra no es tan distinta a las actitudes psicopáticas que me llevaron al desequilibrio emocional
pre-canceroso; y aunque no concuerdo con las relaciones exclusivas de causa-efecto
del impacto psicofisiológico de la enfermedad, soy capaz de reconocer la lucha interna
y el dolor auto infligido, que yo misma experimenté durante muchos años. Si
este estado ha permanecido por tanto tiempo ¿por
qué querría sostenerlo en un proceso ya de por sí devastador como el cáncer?
¿Por qué enfatizar mis rasgos psicopáticos de lucha, si esta condición pudo ser
un detonador emocional importante?
Negarme a luchar contra mí, no
implica asumir una posición de víctima, ni mucho menos darme por vencida. Hay
una diferencia abismal entre hacer frente y dominar, vivir un proceso en lugar
de someter al enemigo.
¡Mi cuerpo no es un
campo de batalla!
El cáncer y sus tratamientos son
duros, devastadores, implacables, dolorosos, frustrantes e increíblemente
amenazantes…siempre al filo de la provocación, poniendo a prueba mis lecciones
aprendidas, mi ecuanimidad, mi cordura. Con este tipo de amenazas, puede
resultar todo un desafío apostar por la paz interior y negarme a luchar contra
él. Yo no hablo de negar lo terrible de
la enfermedad, sino de escuchar a mi sabiduría organísmica y aprender a
co-existir con el cáncer; a practicar el rol de observador, a intentar ser honesta
y compasiva con el fluir de las emociones –incluyendo al miedo de la propia
enfermedad-, a cuidar y querer a mi cuerpo CON TODAS LAS IMPERFECCIONES Y
ENFERMEDADES QUE VIENEN CON ÉL.
Yo elijo pensar que mi cuerpo
está en un proceso de transformación, más que de lucha. Que mi sistema inmune
tiene la consigna de conectar, convertir, contener, expulsar y procesar lo que
no es funcional, que lo realiza en armonía con mis actitudes
nutricias y la nueva conciencia que me hace responsable de mi SER.
¡Yo he elegido el diálogo!
Ahora, me esfuerzo por enfocarme en restablecer
una conexión con mi cuerpo. A hacer del autocuidado un trabajo de tiempo completo
y a utilizar la compasión y el perdón, para dejar de castigarme cuando no lo logro. ¡Me
niego a tener que ir en contra de mis propias capacidades! a trasgredir mis
límites personales tanto o más que el propio cáncer. ¡Ya no voy a usar una
armadura! he renunciado a acorazar mi vulnerabilidad y estar paranoicamente siempre lista
para un enfrentamiento. Elijo, por sobre todas las cosas, escuchar a mi cuerpo,
para que dignamente aprovechemos la oportunidad de transformarnos y por qué no,
evolucionar en el camino.
Mi elección está tomada y
resuelvo día con día el cómo dialogar y no provocar una batalla; algunos de ellos
tengo éxito, algunos no…a diferencia de otros tiempos, ahora aprendí a guardar las armas, dimito con gusto al rol
de combatiente que no pedí…hoy puedo optar por el amor y su capacidad de conciliación...soy una mujer con cáncer de mama y definitivamente ¡NO SOY UNA GUERRERA!
Acertivo tu opinion y un placer saber de ti,soy arturo hijo de tu nina silvia.saludos.
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