LA CÁNDIDA SABIDURÍA DE NUESTRAS ALMAS

Por: Lizbeth Escárcega

Psicoterapetua, Especialista en manejar crisis ¡y monstruos!

De caminar lento, pocos dientes y unos ojos que “de verdad VEN”…así me topé hoy con Cándida, una mujer de 85 años llevando a cuestas una enorme bolsa, una innumerable lista de experiencias y más de una docena de enfermedades.

Nos acompañamos una cuadra, donde su conversación era mucho más valiosa que mis brazos al servicio de su carga.

Con cincuenta años viviendo en el mismo lugar, preocupada y participando activamente en la seguridad de los niños de su vecindad, Cándida me regaló con generosidad algunos consejos de vida:

  •        “No uses celular” -me dijo con convicción- “la tecnología nos afecta el cerebro, Y EL CORAZÓN”. Y yo me reí quedito, al descubrir que en mi salida, lo había olvidado en casa.
  • “Hay muy poca gente que camina despacio” y mientras lo decía, cuestionó mi decisión de acompañar a su ritmo y sin prisa, los pasos de sus piernas deformadas por la artritis. Le parecí un bicho raro que encajaba perfecto con ella, nos “reconocimos” y ambas seguimos adelante.
  •  “Toma mucha agua”. Así me compartió su secreto de longevidad, agregando: “es lo que te mantiene en la vida”. Al ver su mirada, supe de inmediato que no hablaba de fisiología; sus ojos confirmaron con complicidad, la profundidad espiritual de sus palabras y yo, en modo aprendiz, humildemente las recibía.

A unos metros de llegar a su puerta, me dio el mejor regalo de todos: “Eres muy bonita” -me dijo “VIÉNDOME” SIN SIQUIERA VERME-, “Espero encuentres alguien que descubra lo que vales, que te reconozca, QUE SEPA QUIEN ERES, ya no existen almas como tú”. Las dos nos quedamos viendo, nos tocamos el brazo y de la nada, agradecidas mientras nos despedíamos, nos pusimos a llorar.

Chillona, conmovida y de regreso al castillo, comprendí la resonancia de la candidez de su voz, que con su sencillez, ingenuidad, astucia y sin malicia, me hizo VER-ME; ya que ese “alguien” que ella deseaba que encontrara ERA YO MISMA. YO debía mantenerme en la vida, persistir en mi propio ritmo a paso lento y dejar el mundo virtual para buscar el CONTACTO que mantendrá a mi corazón pulsante. Cándida extendía una potente invitación a RECONOCERME, descubrir mi valor, VER la belleza en mí a ojos cerrados…a saber quién soy y sobre todo, a asumir con responsabilidad el calibre de alma que me fue otorgada.

Ahora no puedo dejar de llorar, por eso me senté a escribir, para dejar evidencia de todo lo que vemos sin ver y que sabemos sin saber…la CÁNDIDA SABIDURÍA de nuestras almas.


 

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